Hoy las ventanas se cerraron, al igual que un simple pulmón, respira y respira mientras el aire deja de entrar, sentía que vivía pero poco a poco morías, al menos aún, las sonrisas quedaban.
Tan solo quería correr por la ciudad en busca de alguien, ese alguien no tan desconocido, en realidad, de ti. Las palabras sobraban, los pensamientos rebalsaban, faltaban letras para escribir lo que pensaba; pero, en ese momento, eras tú quien había robado toda la inspiración.
Sentada en nuevo lugar por primera vez, caras desconocidas, voces de alegría, dulces melodías, pensé y lloré, grité y amé, y lo que más supe hacer, fue extrañar, extrañar a esa voz que da vueltas en mi cabeza y en realidad, no sé si quiera cuál es.
Empiezo a crecer en esta habitación, la más pequeña de todo ese lugar, de pronto mi cabeza choca con el techo, casi ya no puedo respirar y empiezo a soñar... recuerdo, del día que miraba el mar, con los ojos puestos en él, nada me podía distraer, tan sólo el sonido de las olas rebotando sin parar, chocando roca con roca, y ahí estaba la persona que vivía sin vivir, que gritaba para no ser oído, todo lo que más hacía, terminaba siendo invisible y lo último que logré escuchar fue: "salta capitán, salta".
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